sábado, 11 de enero de 2014

El precio de la libertad

Me siento culpable por no haber acudido esta noche al ensayo del coro. No lo suficientemente culpable como para rasgarme las vestiduras y azotarme la espalda con el cinturón, pero sí un poco culpable. Es el precio de la libertad.

5 comentarios:

NáN dijo...

Hace muchísimos años, una amiga mía tenía en la pared un viñeta en la que una bota aplastaba un gusano y se leía: "A las penas y las culpas hay que matarlas cuando son chiquitas".

giovanni dijo...

La falta de libertad también pueda crear sentimiento de culpabilidad. Hay bastante diferencia entre sentirse un poco y mucho culpable.
Un abrazo

Elvira dijo...

En cierta ocasión tomé una decisión que sabía me iba a hacer sentir culpable, pero sabía que era lo que tenía que hacer. Y nunca jamás me he arrepentido. En cambio sí me he arrepentido de no haber hecho cosas a las que frenó mi culpabilidad.

Siempre me das que pensar. ¡Gracias, Jesús! Un beso

Jesús Miramón dijo...

El azar del destino quiso que yo, como vosotros, naciésemos en este hemisferio judeocristiano donde la culpa y el pecado son, por así decirlo, códigos inscritos a fuego en nuestros genes, lo cual confiere cierto mérito a nuestra lucha por desembarazarnos de ellos. A mí me está costando mucho -malditos padres Dominicos hasta los trece años- pero porfío. Libertad. Liberación. Etcétera.

Portarosa dijo...

Buf, la culpabilidad... Esa tradición ya casi genética a mí me ha hecho mucho daño.

Un abrazo.